viernes, 6 de marzo de 2009

LA MANCHA CERVANTINA



En su largo caminar de caballero andante, Don Quijote cruzó las tierras de Albacete. Después de abandonar el hogar del Caballero del Verde Gabán, se internó con su fiel escudero por las tierras que hoy configuran los convencionales límites de la provincia. Una esperanza de aventura en su corazón y un anhelo de mejorar su dieta en el de Sancho, les empujó hacia esas famosas bodas, eternizadas por la pluma cervantina, de Camacho y la hermosa Quiteria.
La crítica y la tradición han ubicado la posibilidad de aquella fastuosa celebración en dos pueblos de la provincia: El Bonillo y Munera.
Las lomas y pequeños cerros que entornan a El Bonillo son los mismos que encierran los Campos de Montiel. La Iglesia Mayor del pueblo es amplia, de un estilo renacentista sobrio, casi herreriano. Pero, en su torre enhiesta campea una curiosa ventana plateresca. En la iglesia y en muchas otras casas del pueblo abundan las rejas barrocas que dan cierto carácter a las calles.
Es posible que a través de una de aquellas rejas, barroca o no, asomara la beldad que enamoró a Basilio y que inspirara a Cervantes la figura de la hermosa Quiteria.

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